Estimado Rubbelsy:
Soy Daniela Rea Gómez y soy reportera. Hace unas semanas me invitaron a escribir una breve semblanza o historia de vida de quienes fueron víctimas del incendio en la estación migratoria de Ciudad Juárez. Ante ese cruel crimen, lo mejor que puedo hacer no es escribir de ti, sino escribirte, porque no nos conocemos y escribir esta carta es la manera más sincera de decir lo que me convoca tu historia.
Leo en internet sobre San Marcos, tu cuna allá en Guatemala, una tierra fértil, generosa, hogar de animales, aves, y pienso lo difícil que pudo ser dejar esa tierra que trabajabas con tus manos para buscar, lejos de ahí, un futuro para tu familia. Pienso en la contradicción que implica imaginar un futuro lejos de tu tierra, porque ¿no es acaso que se imagina el futuro también como un compromiso con nuestros ancestros?
Saliste de tu casa un día de marzo, con la promesa de la primavera. Tomaste un avión, te imagino volar con nervios, aterrizar con nervios, ser interceptado por un agente de migración y ser llevado con otros compañeros a una cárcel, que llaman estación migratoria.
Por el trabajo de mis compañeras periodistas que te entrevistaron al salir del hospital, supe que el 27 de marzo, cuando comenzó el incendio en la estación migratoria, te encerraste en el baño, te quitaste desesperadamente tu playera, la empapaste en agua y cubriste tu cara, tu boca y nariz para protegerte del humo hirviendo. Te imagino apostando por la vida, sin rendirte pese al miedo, y pienso ¿cómo supiste que eso podría salvarte? ¿Cómo aprendiste a reaccionar ante la emergencia? ¿Quién de tu gente te enseñó cosas que pudieran salvarte la vida alguna vez?
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Te sacaron de ese lugar inconsciente y así te llevaron al hospital. Supe que un día de abril despertaste, que tenías 20 días ahí, intubado, sobreviviendo a las quemaduras que el humo provocó en todo tu sistema respiratorio, al avanzar como una serpiente de fuego hasta llegar a tu pulmón izquierdo, muy dentro de tu cuerpo. Te imagino ahí extrañado, quizá asustado de estar en esa habitación de hospital con los sonidos de los aparatos recordando la emergencia constante y la fragilidad de la vida. De tu vida.
Supe que despertaste y entonces viste a Élida, tu esposa. Su rostro era el único conocido en esa extraña vigilia. Quisiste hablarle y preguntarle qué estaba pasando, pero la voz no salía de ti. Tu boca, tu tráquea, tus pulmones estaban recuperándose. Ella se quedó a cuidarte ahí, cinco meses, mientras los hijos de ambos esperaban en Guatemala al cuidado de su familia. Me imagino que ella vivió también esa contradicción de tener que dejarles para cuidar de ti.
Seis meses después de salir de casa, del incendio, de la hospitalización, volviste a ver a tus hijos, se encontraron en un aeropuerto, en un abrazo que quedó grabado por algún teléfono celular. Los veo correr hacia ti, arremolinarse alrededor tuyo, tocándote, besándote, confirmando que estás vivo. El 10 de octubre tu familia y tú cruzaron juntos a Estados Unidos en busca de asilo. ¿Qué es de ti, ahora a más de un año de ese crimen? ¿Qué sueñas? ¿Cómo se cuentan a sí mismos, como familia, lo sucedido esa noche de marzo?
Pienso, Rubbelsy, en las paradojas de la vida. O mejor dicho en las injusticias, en lo miserable de las fronteras y su política de muerte. Tu saliste en la primavera para llegar a ese país en busca de un futuro y la política de muerte que castiga la libertad de las personas y su derecho a la movilidad te encerró en esa cárcel y en ese infierno, a ti y a más de 60 compañeros más. Y luego esa misma política de muerte te dio un pase humanitario para cruzar la frontera. Y mientras tú y tus compañeros sobrevivientes, y mientras las familias de los muertos, siguen luchando por reconstruir su vida, el sistema de muerte sigue intacto e impune, los responsables de ese incendio siguen ahí, en sus puestos y sin ser juzgados, despersonificando a las personas para convertirlas en ilegalizados, despojándoles de su libertad, de su camino, de sus sueños.
Esa política de muerte que primero te desconoció como persona, luego te convirtió en un ilegalizado, luego te hizo víctima. ¿Quién eres tú, Rubbelsy, cuando eres tú quien cuenta su propia historia, y no esa política de muerte?
Con respeto por tu vida, con muchas preguntas, con muchas ganas de conocerte:
Daniela.