Orlando José, de 26 años, más conocido como “Nando” por sus amigos y familiares en Táchira, Venezuela, es hijo de don Orlando y doña Aide, hermano de Yorbin Gabriel y Mileyvi, padre de un niño de seis años, y esposo de una mujer colombo-venezolana. Es recordado por su naturaleza servicial y alegre.
Como a muchos venezolanos, le tocó crecer en uno de los peores momentos políticos y económicos de su país. Hasta nuestros días, resulta una paradoja que un territorio que goza de una de las reservas más grandes de petróleo condene a su población a la crueldad de la miseria. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, levantada por la Universidad Católica Andrés Bello, más de la mitad de los hogares tachireños sobreviven por debajo de la línea de pobreza extrema. Nando vivió en una Venezuela cruel.
A pesar del contexto adverso, a Nando lo describen como alguien que amaba la tierra que lo vio crecer. Entre sus planes de vida se encontraban quedarse en su país, conseguir algún empleo, formar una familia y sobrellevar de la mejor manera posible la vida en aquel entorno hostil. Nando nunca caminó solo. Siempre contó con el apoyo de su amorosa familia y una comunidad atenta.
Solo pudo estudiar hasta el bachillerato, para luego trabajar como mecánico. El hambre y las ganas de salir adelante lo impulsaron a dejar su oficio y abrir una «bodeguita», donde vendía productos básicos como arroz, frijoles, aceite, azúcar, harina y otros productos de primera necesidad. Sin embargo, a los pocos meses, la situación se volvió insostenible. Las escasas ventas y la falta de oportunidades lo obligaron a dejar el país, con rumbo a Estados Unidos, con una consigna clara:
«Tengo que salir adelante para construirle un techo a mi hijo».
Orlando José
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Nando abandonó Venezuela a finales de 2022. Hizo una larga parada en Panamá, donde buscó trabajo para asentarse, pero nunca lo encontró. Como migrante, cada ciudad que pisaba lo obligaba a conseguir empleo para cubrir los gastos y sobrevivir una noche más. Debía generar lo suficiente como para pagar una habitación compartida en un motel y no tener que dormir en la calle. En Panamá, Nando conoció las dificultades a las que se enfrenta un migrante latinoamericano y se vio obligado a tomar otra gran decisión: continuar adelante solo, para que su hijo y su esposa no tuvieran que pasar por las atrocidades del camino.
Continuó acompañado de un grupo de venezolanos que conoció en Panamá. Como en Venezuela, Nando nunca caminó solo. El grupo se fortaleció con cada paso que daba. La mayoría de los migrantes que logran llegar a Estados Unidos recuerdan a sus compañeros de tránsito como hermanos, sin quienes no habrían logrado la hazaña. Nando también siempre estuvo acompañado, aunque a lo lejos, por sus padres, su hermano y su hermana. Doña Aide recuerda que Nando nunca dejó de pensar en ellos y relata:
«Todos los días me enviaba fotos, desde que salió de Panamá y en todos los países. Me mandaba fotos de lo que comía y nunca dejó de decir ‘mami, estoy bien, pídale a Dios que me ayude porque yo voy a salir adelante».
Doña Aide, madre de Orlando José
Recorrió Centroamérica hasta cruzar la frontera por México. Sus familiares recuerdan que subió a un tren como el que veían en las noticias, atravesó varias entidades mexicanas hasta que, tras meses de tránsito, llegó a Ciudad Juárez, Chihuahua. Como de costumbre, consiguieron una habitación de motel, esta vez compartida con otros 12 migrantes más.
La mañana del 27 de abril de 2023, Nando y el grupo de migrantes con los que viajó desde Panamá salieron a vender golosinas en las aceras de Juárez. Todo parecía un día más en la lucha por sobrevivir, hasta que las autoridades estatales mexicanas optaron por detenerlos. Desde hace unos años, México ha optado por criminalizar a los migrantes y utilizar la detención migratoria como parte central de su política migratoria.
El caso de Nando es solo uno entre millones de historias de migrantes que buscan una vida mejor para sí mismos y para sus seres queridos. Su valentía, determinación y amor por su familia lo llevaron a atravesar innumerables desafíos y adversidades en su búsqueda de un futuro mejor. A medida que continuamos reflexionando sobre su viaje, es fundamental recordar la humanidad detrás de cada migrante y trabajar juntos para abordar las causas profundas de la migración y crear un mundo más justo y acogedor para todes.
Seguiremos luchando por que se haga justicia y nunca nadie más tenga que vivir este infierno.