El vacío que deja una persona que muere en el intento por llegar a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades es muy profundo, heridas que nunca se cerraran del todo, sueños arrebatados, dolor, angustia.
El 27 de marzo del 2023 perdieron la vida 40 personas en el incendio de la estancia migratoria de Ciudad Juárez, México, entre las víctimas se encuentra Roberto Henriquez Evangelista: hijo, esposo, padre, salvadoreño. La historia de Roberto es la historia de miles de personas de la región centroamericana, región olvidada y llena de desigualdades históricas que provocan que las personas emprendan el peligroso y en ocasiones mortal viaje hacía el norte.
Pienso en Roberto e imagino su color de piel, sus sueños y sus ganas por salir adelante, también pienso en el miedo y lo que significa cargar con el peso de ser centroamericano -como yo- en México, de ser parte de ese grueso grupo de personas sin empleo y sin oportunidades ¿qué más nos queda? ¿Irnos? ¿rabia? ¿tristeza?
“Aquí migraremos, estableceremos la muerte antigua y la muerte nueva, el origen del horror, el origen del holocausto, el origen de todo lo acontencido a los pueblos de Centroamérica, naciones de la gente que migra”.
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Centroamérica, territorio invisible, territorio olvidado pero también lleno de una larga tradición de sobrevivencia y reafirmación por la vida, las y los migrantes que salen todos los días no sólo se ven empujados por la falta de oportunidades, también existe en ellas y en ellos un espíritu indomable y rebelde que les hace enfrentar cara cara a un sistema violento que les ladra como bestia salvaje y a pesar de eso, continúan como guerreros y guerreras imbatibles, Centroamérica: territorio de ríos, volcanes y gente decidida a todo.
“Hui del penetrante olor a odio y podredumbre;
caminé descalzo hasta el otro lado del inframundo
para curarme los huesos y el hambre”.
ROBERTO HENRIQUEZ EVANGELISTA, digo tu nombre en voz alta, cada letra que compone tu nombre son ahora flores o velas que encendemos para recordarte, Roberto.Tu cuerpo ahora es altar y ofrenda para honrar el amor más puro, el amor por tus hijas, el amor por tu esposa y el de tu madre que ahora te lloran y extrañan.
Que no sea la muerte el fin del camino, en este caso, que sea, una oportunidad que nos das, Roberto, para recordar que la vida puede ser a veces extrañamente hermosa y que de las injusticias y las tragedias también pueden nacer cosas nuevas. Roberto, tu corazón será una brasa ardiente que iluminará el camino que llevará a la justicia y a la verdad, que tu sacrificio como el del resto de migrantes centroamericanos y centroamericanos que se han perdido en aquellos lugares lejanos nos lleve al encuentro de la luz y la flor.