José Amílcar Portillo Solórzano tenía 46 años y un gran corazón. Manejaba un microbusito, dice Miriam, su esposa, y le daba la mano a todas las señoras para que pudieran subir al vehículo, era amable, amistoso, ligero. Era, sobre todo, muy trabajador, dice Margarita, su madre, por eso se aventuró a salir de El Salvador rumbo a México, con intención de llegar a Estados Unidos y ganar dinero trabajando para mantener a su familia.
Creemos que sabemos, pero no sabemos; creemos que entendemos, pero no entendemos. El dolor último de morir en un incendio bajo el supuesto cuidado de un gobierno como remate de una vida dura, de sobrevivencia, es algo que quienes no vivimos así, simplemente no podemos entender.
Cuando escucho a Margarita, la madre de Amílcar, decir que esa canción es una mentira, que “la vida no sigue igual”, algo en mí se descompone. Conozco bien la letra: “unos que nacen otros morirán, unos que ríen otros llorarán… la vida sigue igual”. Margarita pone el dedo en la llaga, porque la igualdad no existe, porque nacer con siglos de desventaja no cabe en el verso conciliatorio de ninguna canción, si precisamente por solventar todas esas desventajas tu vida terminó en medio del fuego de una estación migratoria mexicana que no te abrió las puertas para que escaparas, luego de ser tratado como rehén. Lo cierto es que hasta la gran ecualizadora, que suponemos que es la muerte, es infinitamente más dolorosa para unos que para otros.
También te puede interesar: La chispa que inició todo: la tragedia anunciada de Ciudad Juárez
“No les daban agua, les quitaron los teléfonos, les daban un minuto al día para comunicarse con sus familiares”, relata la esposa de Amílcar y apenas menciona que su hija Fátima, quien también estuvo ahí pero sobrevivió, no puede siquiera hablar del tema. Estrés postraumático, se llama.
A la pregunta de qué esperan que se haga por justicia, la esposa y la madre de Amílcar no saben qué responder, no saben qué hacer. El desamparo sobre el desamparo. El gobierno mexicano no se acercó a ellas, no les ofreció ninguna ayuda.
El 27 de marzo del 2023 perdieron la vida 40 personas en el incendio de la estancia migratoria de Ciudad Juárez, México. La historia de Amílcar es sólo una de ellas. Como ya no tengo palabras, replico aquí las de Margarita, su madre: me lo quemaron todo, a mi hijito, una quiere tanto a sus niños, y mire, tener un hijo para que me lo quemen.