Tu nombre completo es Brayan Orlando Rodríguez Funes y si lo busco en internet encabeza la lista de los migrantes hondureños que estuvieron en la estación migratoria de Ciudad Juárez, aquel 27 marzo de 2023. Afortunadamente, y uso esta palabra con vergüenza porque nada de lo que viviste debió ocurrir, tu nombre encabeza la lista de heridos y no de aquellos que fallecieron.
Tu historia –y qué terrible que tenga que ser así– es una de migración por necesidad, como la de tantas y tantos que buscan migrar a Estados Unidos. A pesar de que naciste en el seno de una familia amorosa y trabajadora, que buscó hacer todo para que tú y tus hermanos tuvieran una vida digna, te viste obligado a salir a buscarla en otro lado, a causa de la inseguridad que acecha a nuestros países en Latinoamérica.
En vez de contar lo que te pasó, quiero rellenar el espacio que deja leer un nombre en una lista que sólo representa el conteo de una tragedia, para hablar del humano detrás del nombre de esa lista. Quiero hablar de ti y de las personas que en tres ocasiones distintas has tenido que dejar atrás con la esperanza, cada vez, de poder cruzar, teniendo que llevarlas contigo como equipaje emocional para soportar lo que implica salir de Honduras, cruzar Guatemala, cruzar México, cruzar la frontera y tomar camino hasta finalmente llegar a Nueva York (lugar al que te dirigías en los tres intentos).
- Brayan Orlando Rodríguez Funes. Hondureño. Joven de pocas palabras. Protector. Resiliente. Trabajador. Amoroso. Segundo hijo de Nolia Maritza Funes, Mary, y de Sergio Antonio Rodríguez, Don Sergio. Hermano de Karen y Sergio Naím. Tío de William, quien a pesar de su corta edad llena a la familia de sabiduría y consuelo. Hombre de fe. Trabajador de un supermercado en Tegucigalpa, junto con su padre y su hermana. Estudió tres años de Administración de Empresas, carrera que tuvo que dejar trunca en uno de sus intentos por cruzar. Hijo y hermano, que se encargó de avisar cada paso que dio en sus intentos por cruzar, por dónde iba y cómo estaba, para evitar la preocupación de su familia. Etcétera…
Dejo el párrafo anterior incompleto y con un largo etcétera, porque lo que yo pueda contar no alcanza para rellenar ese nombre porque tu historia es tuya, y porque, afortunadamente, tu historia no tuvo un punto final.
Brayan, deseo que ese “etcétera” se llene de tus historias, de tus recuerdos, se llene de ti, de lo que tú quieres contar; que se haga justicia y que tus esfuerzos sirvan como semilla para que estas tragedias dejen de ocurrir. Me queda un profundo deseo de que tú y tu familia puedan empezar a vivir, por fin, la vida que merecen: plena, feliz, con oportunidades.